Apuraba el paso. Presentía que alguien me seguía. Nunca fui miedosa pero estaba tan cerca… cada vez más y más. Al final, no soporté la situación. En un brote de valentía me di vuelta con rapidez. Ahí estaba parada con aire de princesa. Con voz temblorosa, le pregunté:
-¿Qué necesitas, por qué me perseguís? ¿Te parece que no me di cuenta?
-No te estoy persiguiendo. Todo lo contrario. Fuiste tú quién me buscó -contestó en un tono amable casi maternal.
-¿Buscarte yo, qué motivo tendría para hacerlo? No sé quién sos…
-Creo que no fuiste consciente de que me estabas buscando. Por eso hoy he venido a tu encuentro.
No lograba entender y me sentía incómoda por la situación. Pero algo me decía que tenía que descubrir que significaba ese encuentro.
-Aunque te hubiera buscado ¿Por qué no te presentaste? De la forma que apareciste solo lograste asustarme.
-Sí, puede ser y te pido disculpas, pero fue la única manera que encontré de llamar tu atención. –me dijo justificándose.
- ¿Qué es lo que necesitás de mí? – le dije intrigada.
-Tú sigues pensando que no me buscaste y que sólo te estoy molestando. Pero siempre te he estado ayudando. Sólo que tú no te has dado cuenta. ¿Acaso no has prestado atención? Esas veces que te quedás absorta observando algo para después salir corriendo a transferirlo a algún papel. Ahí he estado yo. Después se te pasan las horas escribiendo y escribiendo…
-No sé de que estás hablando. ¿Qué querés decir? ¿Cómo sabés todo eso?
-Hace tiempo que te hago compañía en silencio sin que notes mi presencia tratando de ayudarte.
Ahí comencé a comprender que ella tenía conocimiento de todos mis movimientos. Me había estado observando…
-¿Me querés decir que sos algo así como mi inspiración?
-Puede ser… ¿Tú que crees?
- Aunque fuera así y seas la inspiración. Si me ayudaras realmente harías algo para que no me sintiera tan mal.
-Es que yo te ayudo, pero por más esfuerzo que hago no lo notás.
-¿A qué has venido a verme? ¿Acaso me vas a pedir alguna retribución por tus servicios?
-Podría decirse que sí. Me gustaría pedirte algo y quiero que me escuches. Lo que necesito que hagas es muy importante. Préstame atención. Quiero que no pienses tanto y que te dejes llevar. Me gustaría que tu palabra llegue a la gente. Eso es lo que quiero. ¡Qué no amontones papeles y papeles en la papelera! ¡Qué te arriesgues! Pensás que no te veo cuando escribís y escribís y nada te convence. Armando grandes montañas blancas que luego vas desarmando y tirando de a poco con disimulo para ocultar tu derrota…
Me sentía perturbada. Todo lo que me decía era cierto. Tanto tiempo escribiendo sin llegar a nada… o al menos eso me parecía. Estaba callada no sabía que decir, y ella continúo hablando…
-No te guardes para vos sola lo que escribís en esa libretita que llevas a todos lados. Ahí dejás lo que a tu criterio no está tan mal. ¿Pero no te das cuenta que eso queda oculto y nadie puede leerlo? -dijo en tono irónico, sobretodo cuando nombró a mi tan preciada libretita.
-¡Pero yo escribo para mí, no me importa si alguien más lo lee! –protesté.
Luego que dije estas palabras me di cuenta de lo poco convincente de la frase.
-¿Estás segura de eso? Me parece que no estás siendo sincera. Convendría que no te mientas tanto. De esta forma nunca vas a lograr que crean en vos. Bueno…lo que tenía que decirte ya lo dije. No tengo nada más que hacer por acá. Deseo profundamente que aceptes este consejo – me dijo dando unos pasos hacia atrás con elegancia y emprendiendo la retirada.
-¡Por favor no te vayas! Te estoy escuchando, necesito saber más…
-Con lo que he dicho alcanza. Quisiera saber que vas a hacer a partir de ahora. Espero que no te abrume el peso de la responsabilidad.
-¡Por favor no me dejes así! ¿Necesito saber cómo hago para confiar? ¿Cómo sé que lo que escriba se va a entender y no se van a reír de mí? –le dije caminando de un lado al otro nerviosa.
-¿Acaso importa?
-¿Pero si a nadie le gusta lo que escribo?
-Así como vas, nadie va a leer nada tuyo y nunca lo vas a saber.
Me quede en silencio unos instantes. Me di cuenta que tenía razón. Sin querer yo la había llamado y ahora que me estaba diciendo un par de verdades no podía soportarlo.
-No sé si tendré el valor, es difícil expresar con palabras lo que siento. Las palabras me limitan, a veces me enredo en ellas y no puedo salir -dije con lágrimas en los ojos.
-Con un poco de práctica y mucha paciencia lo vas a lograr. Y quiero que sepas algo más… Aunque no me veas, siempre voy a estar ahí. ¡Tenés que creer en mí!
-¿Pero cómo puedo creer en tí?
-Cuando vayas por el mundo. Simplemente observando las cosas a tu alrededor, a la gente. Cuando te pase algo que te haga agarrar esa libretita que tenés, ahí voy a estar yo. Sólo me tenés que sentir y voy a responder. Siempre estaré para ti.
El silencio otra vez se apoderó de mí. El miedo se me había ido y de pronto empezaron a aflorar en mi mente un montón de historias. Todo lo que tenía alrededor me decía algo, el paisaje, los perfumes. Aparecían también recuerdos de mi pasado y situaciones inverosímiles que sólo existían en mi cabeza.
En eso me di cuenta de que estaba sola. Ella se había ido sin que me diera cuenta. Ya no le podría hacer más preguntas. Ni siquiera darle las gracias por haberme abierto los ojos. ¿Pero se habría ido?... Ya no importaba. Sabía lo que tenía que hacer.
¡De pronto, me invadió el terror! ¡Mi libretita! ¿Dónde estaba mi libretita? ¿La habría perdido en el camino? Salí corriendo a buscarla. Tenía que encontrarla. Mientras corría algo me decía que había sido ella que me la había escondido para hacerme una broma antes de partir…
Precioso ALi me encantò!! y coincido contigo no creo en la gente que dice que escribe para sì misma, que alguien lea algo nuestro es un desafìo y tu cuento es muy bueno creo que cualquier escritor se puede sentir identificado. Un beso Gaby
ResponderEliminarGracias Gaby! Me alegro que te haya gustado!
Eliminar